Procrastinación: su origen y cómo manejarla

En búsqueda del bienestar personal, nos encontramos con obstáculos que a menudo parecen insuperables. Quizás uno de los más comunes, es la procrastinación. ¿Cuántas veces hemos pospuesto tareas importantes bajo el pretexto de "lo haré después"? La procrastinación, ese hábito de postergar lo que debemos hacer en favor de lo que queremos hacer en el momento, puede parecer inofensiva al principio, pero con el tiempo se convierte en una barrera que obstaculiza nuestro crecimiento y desarrollo personal.

Muchos de nosotros hemos caído en esta trampa en algún momento de nuestras vidas. Ya sea posponiendo la tarea de escribir un informe importante, comenzar un nuevo régimen de ejercicio o abordar asuntos personales, la procrastinación puede manifestarse de diversas formas y afectar todas las áreas de nuestra vida.

Pero ¿Cuál es la raíz de este hábito tan perjudicial? ¿Por qué posponemos las cosas que sabemos que son importantes? Te compartiremos un dato que no todos conocen, pero es sumamente relevante y revelador, aquí va: la mayoría de la gente piensa que procrastinar es algo que hacemos por pereza, falta de iniciativa o incluso por irresponsables, pero aunque suena lógico, no siempre es así… la procrastinación, según estudios recientes, está íntimamente ligada al mal manejo de tus propias emociones.

 ¿Me estás diciendo que procrastino por cómo me siento?

La respuesta es un sí, un poco más complicado. Y es que cada una de las actividades que procrastinamos en nuestro día a día no solo representan un desafío intelectual o físico, sino que también representan enfrentar la carga emocional que dicha tarea conlleva o tiene implícita y ¿cómo es que nuestras tareas nos representan una carga emocional?, bueno pues vamos a explorar una problemática para poder ejemplificarlo:

Diana es una estudiante de arquitectura de 20 años y en una de las clases que más trabajo le ha costado le dan la fecha de su siguiente examen, entonces ella tiene 2 semanas para prepararse y aquí es donde comienza el tema: ella sabe que si desea obtener un buen resultado, debe empezar a prepararse inmediatamente. Muchos le recomendarían que se ponga a estudiar durante todo ese tiempo y Diana pensó exactamente lo mismo, pero si vemos un poco más allá del mero hecho de estudiar, debemos agregar a la ecuación la ansiedad por la prueba que representa y el resultado que vaya a obtener (sea bueno o malo). El miedo al fracaso y la necesidad de afrontarlo son factores que empiezan a jugar en contra.

Como puedes ver son muchas emociones las que derivan de una sola fecha y un examen en una chica de tan solo 20 años, relativamente joven y sin tantos compromisos. ¿No es lógico que su primer instinto sea distraer la mente con un video de los que le gustan o ir a comer un snack o ver un capítulo de su serie favorita? El punto está en que esa pequeña satisfacción adormece las emociones por un momento y luego vuelven con más intensidad, creando un círculo vicioso difícil de romper.

Vamos a ser Diana por un momento, ¿te parece? Empatiza con ese vaivén de emociones y en vez de rodearlas, esconderlas o anestesiarlas, intentemos manejarlas.

Primero hay que respirar muy hondo e intentar identificar lo que se está sintiendo, tómate tu tiempo (no debe ser inmediato)… ahora realiza un acomodo de tus sentimientos y visualiza cuáles son reales y cuáles son ficticios -si es necesario, puedes apoyarte anotándolos- y vamos a empezar a tratarlos, dándole su justa dimensión. Cuando un sentimiento te agobia, pero lo logras poner en perspectiva, identificándolo, aceptándolo y manejándolo entonces puedes pasar a la acción y ejecutar los pendientes como metas alcanzables , medibles y con rango de mejora.

Es importante tomar tiempo para conocernos a nosotros mismos, ver qué estrategias nos funcionan mejor y aplicarlas. No hay que juzgarnos o reprocharnos, la comprensión con nosotros mismos es tan importante como el alcanzar o cumplir las metas y el sentimiento de satisfacción y logro (independientemente del resultado que se obtenga) sustituirá a la ansiedad de la tarea pendiente. Las recompensas como el video, el snack o el descanso pasarán de ser una distracción a ser un sistema que refuerza la productividad.

Hay varios enfoques y tácticas para lograr esto, como comenzar con las tareas más fáciles para superar la resistencia inicial y ganar impulso. A medida que avanzas gradualmente hacia tareas más desafiantes, es probable que te sientas más capacitado y menos propenso a procrastinar. Eliminar los distractores a tu alrededor es vital. Esto podría incluir apagar notificaciones del teléfono, utilizar aplicaciones bloqueadoras de sitios web no productivos o establecer límites claros con las personas que comparten tu espacio.

Es importante señalar que, aunque estas estrategias pueden ser efectivas, no todas son infalibles. Reconoce que cada persona es única, y lo que funciona para uno puede no ser igualmente efectivo para otro. En última instancia, la ayuda de un profesional puede ser invaluable. Un terapeuta o consejero puede brindar apoyo emocional y herramientas específicas para abordar las causas subyacentes de la procrastinación, permitiéndote desarrollar hábitos más saludables y superar los obstáculos emocionales que puedan estar contribuyendo a tu tendencia a procrastinar.

Así que, la próxima vez que te encuentres postergando una tarea importante, tómate un momento para reconocer tus emociones, abordarlas con compasión y luego tomar medidas concretas hacia tus objetivos. Y recuerda, no estás solo en este viaje. Busca apoyo cuando lo necesites, ya sea de amigos, familiares o profesionales. Juntos, podemos superar la procrastinación y abrirnos camino hacia una vida más plena y satisfactoria.

¡No pospongas más tu potencial! El momento de actuar es ahora.

Blog escrito por Ezer M.

Siguiente
Siguiente

El Salvador: Claroscuros entre el orden y la democracia