El Salvador: Claroscuros entre el orden y la democracia

Las libertades no sólo son los fines primordiales del desarrollo, sino también uno de sus principales medios.

Amartya Sen

Viajé hace unos días a El Salvador por primera vez y me llevé una muy grata sorpresa. Es un país rico en historia, cultura y mariscos deliciosos, que además comparte importantes lazos históricos con México. En el occidente de El Salvador se hablaba Náhuatl, gracias a la migración hace siglos de poblaciones indígenas del territorio mexicano, y después de la guerra civil salvadoreña que duró diez años, se firmaron los acuerdos de paz en el Castillo de Chapultepec en 1992.

Hoy en día El Salvador es reconocido por la lucha exitosa liderada por su presidente, Nayib Bukele, contra el crimen organizado. Bukele se ha descrito como “el dictador más cool del mundo mundial”, un título que cambió en su cuenta de X a “rey filósofo” poco antes de su reelección este año con más del 80% del voto.

A través de tomar medidas drásticas bajo un régimen de excepción que suprime derechos fundamentales como el de tener acceso a un abogado y el de ser informado del motivo de la detención, el gobierno de Bukele bajó la tasa anual de homicidios en El Salvador de un promedio de 66 por 100,000 habitantes (2015-2020) a tan solo 2 el año pasado. (La tasa de homicidios en México de enero a junio 2023 fue de 12 por 100,000 habitantes.)

No queda duda que haber logrado desarticular a las pandillas más sangrientas de las Américas es de gran mérito. Las Maras, conocidas regionalmente por sus tatuajes icónicos, aterrorizaron a la población salvadoreña por años, particularmente a las comunidades más vulnerables.

Me di a la tarea de hablar con varias personas tanto en la calle como con profesionistas que trabajan en temas de cultura, periodismo e investigación académica. Encontré unanimidad en la valoración de la paz mental que trae consigo no temer por su vida cada vez que se salen de casa. El monopolio sobre el uso de la fuerza y la protección a la vida de los ciudadanos es una función básica del Estado (algo que haríamos bien en entender en México) y Bukele ha logrado establecer el orden.

Donde noté diferencias de opinión fue entre las personas que viven en zonas rurales y los citadinos; estas últimas muestran una mayor preocupación por la consolidación de poder del presidente Bukele.

El régimen de excepción sigue en pie desde hace dos años a pesar de que los pandilleros ya están en la cárcel. ¿Por qué? No solamente se han suspendido las garantías constitucionales, si no se han eliminado controles legales sobre procesos administrativos para el uso de fondos públicos y contrataciones del Estado -abriendo paso a una mayor corrupción- y se ha limitado el derecho al acceso a la información.

Las personas profesionistas con quien hablé en San Salvador mostraron cautela en nuestras conversaciones y enfatizaron que sus comentarios eran “off the record”. Una de estas me comentó que conoce a un periodista que cuestionó al gobierno y decidió salir del país por temor a represalias.

Con quienes hablé en zonas rurales no cuestionaron al presidente y mencionaron otras cosas positivas respecto al gobierno de Bukele como la provisión de tablets a los estudiantes y la construcción de un hospital en la Costa del Sol para las personas que hoy en día no tienen acceso a atención médica cercana.

En general, parece que el presidente Bukele todavía cuenta con la confianza de la gran mayoría de los salvadoreños, pero la historia de los dictadores está llena de fracasos. El éxito en temas de seguridad aportará una luna de miel que podría durar algunos años más, pero no durará para siempre. Ahora Bukele enfrenta el reto de mostrar que él también puede reducir la pobreza y respetar las instituciones democráticas del país que ya han estado debilitadas por sus acciones. El Salvador tiene una de las tasas de pobreza más altas de América Latina, 28%, con 1.8 millones de personas viviendo en pobreza extrema y sin acceso a una canasta básica de alimentos.

Arreglar los temas de fondo, como la provisión de servicios básicos de salud y educación, podría ser hasta más difícil que establecer el orden público. Ojalá Bukele tenga el mismo éxito en impulsar a la economía y proteger a la vida democrática de El Salvador, factores claves para el bienestar duradero de su país.

Pie de página regional: El auge de la ultraderecha en las Américas tiene una correlación positiva con la limitación de los derechos de las mujeres y las minorías. Muestra de ello es el “bromance” entre Donald Trump, Bukele y Javier Milei, el presidente de Argentina. Hace unos días el ministro de Educación de El Salvador eliminó la perspectiva de género de los contenidos en las escuelas públicas, y grupos feministas han denunciado vulneraciones a los derechos de la comunidad LGTBIQ+.

 

Articulo escrito Por: Amy Glover

Martes 19 de Marzo de 2024 - 14:46

y resubido de: https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-Salvador-Claroscuros-entre-el-orden-y-la-democracia-20240319-0063.html

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